Mi historia con pie diabético

 

Vivir con úlceras por pie diabético… ¿hasta cuándo?

  • Hormigueos y calambres, sobre todo por la noche, falta de sensibilidad, hinchazón, enrojecimiento, malformaciones y sequedad de la piel, entre los principales síntomas del pie diabético.
  •  La mayoría de heridas surgen en la planta del pie o en el bordillo de la uña del dedo gordo del pie y se pueden extender hasta el tobillo.

– «Abuela, ¿ya no vas a ir conmigo al parque nunca más?»

Mi nombre es Nati, tengo 60 años y esa ha sido, posiblemente, la pregunta más triste de mi vida. Y la más difícil. No porque se me parta el alma pensando en la respuesta. Ni tampoco porque no sepa qué decir para no preocupar a la persona que más quiero en el mundo, que también. Sobre todo, es difícil y triste porque no puedo responder a algo para lo que nadie, ni yo misma, encuentro respuesta.

Ella es Nati y representa la historia de miles de personas que sufren heridas crónicas a causa de la enfermedad de pie diabético.

Qué esperar cuando solo haces eso: esperar…

¿Qué se supone que debo contestar a un niño de ocho años? ¿Qué se supone que debo esperar cuando lo único que hago es eso: esperar? Sé que tengo mucha vida por delante, que soy joven… pero padezco Diabetes Mellitus y, desde hace unos meses sufro de pie diabético. Y sí: recalco que sufro de pie diabético. Lo sufro. Lo sufro porque a veces tengo dolor, sobre todo, desde que tengo úlceras.

Mi nieto me pregunta si volveré a acompañarle al parque. Y no es el único. Yo también me lo pregunto. Y, también, si podré volver a ir al mercado. Y dar un paseo. O ir a comprar el pan. O dormir una noche entera, sin sentir dolor. O, simplemente, poder vestirme y calzarme sin dificultad… ¿Cuándo podré volver a hacer una vida normal? ¿Podré volver a hacer una vida normal? ¿Acaso es tanto pedir?

Las úlceras duelen. El miedo, más

 “¿Te duele? ¿Te duele mucho?” y “¿Te has caído, abuela, y por eso tienes pupas en los pies?” son las dos principales dudas que merodean la cabeza de mi nieto. Yo le sonrío y le digo que sí, que tiene una abuela muy torpe que se va tropezando con todo. Ahí es cuando él me mira con los ojos muy abiertos como intentando entenderlo pero sin llegar a hacerlo del todo.

Recuerda que antes le recogía en el colegio, que llamaba a su madre para decirle que tenía que pasarme a hacer unos recados solo para que él pudiera estar más tiempo en el parque, que le tenía preparada una bolsa de chuches los miércoles si me daba un beso “escandalosamente grande” y que siempre que jugábamos al escondite yo hacía trampas y él se enfadaba. Yo también lo recuerdo. Cada día. Sobre todo, porque aunque las heridas duelen, lo que más duele es no saber cuándo se curarán definitivamente. Y, cuando se curen, ¿volverán a salir?

¿Tendré que sentarme con mi nieto un día para responderle que no, que no podré volver con él al parque nunca más?

¿Quieres saber sobre prevención del pie diabético: medidas a tomar?

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